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Libro de los Salmos
Capítulo 32
- Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
- Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, Y en cuyo espíritu no hay engaño.
- Mientras callé, se envejecieron mis huesos En mi gemir todo el día.
- Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; Se volvió mi verdor en sequedades de verano. Selah
- Mi pecado te declaré, y no encubrí mi iniquidad. Dije: Confesaré mis transgresiones a Jehová; Y tú perdonaste la maldad de mi pecado. Selah
- Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado; Ciertamente en la inundación de muchas aguas no llegarán éstas a él.
- Tú eres mi refugio; me guardarás de la angustia; Con cánticos de liberación me rodearás. Selah
- Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; Sobre ti fijaré mis ojos.
- No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, Que han de ser sujetados con cabestro y con freno, Porque si no, no se acercan a ti.
- Muchos dolores habrá para el impío; Mas al que espera en Jehová, le rodea la misericordia.
- Alegraos en Jehová y gozaos, justos; Y cantad con júbilo todos vosotros los rectos de corazón.
La dicha del perdón
Salmo de David. Masquil.
Origen del libro, carta o epístola de Libro de los Salmos